La Compagnie du Moment continúa su investigación teatral basada en el clown Un clown que se inspira en la persona, permite, a través del rigor de su técnica, revelar una palabra, un espacio de juego donde la emoción, la sensación son la materia prima de la creación. Porque intentamos combinar en la investigación, la esencia del clown y la singularidad de la persona, a cambio, ella nos habla de nosotros. Por la propia naturaleza de esta investigación, “formación” y “creación” están íntimamente ligadas.
Redescubrir los fundamentos del teatro, las herramientas radicales de la presencia escénica. Abrir espacios de juego diferentes porque son poco convencionales y, a través de ello, desarrollar la creatividad y abrir campos de expresión. Somos los humanos seres de costumbres. Los hábitos son buenos, hasta cierto punto, nos han permitido vivir más o menos correctamente hasta hoy, tengamos la edad que tengamos. Quien dice hábito, dice sólo una manera de hacer las cosas. Y si este camino ya no es adecuado o se vuelve imposible por cualquier motivo (dolor, fractura o cualquier otro tipo de impedimento), rápidamente nos encontramos muy discapacitados, ya no podemos hacer nada. Cuestionar los hábitos, explorar las múltiples posibilidades de las que el cerebro es capaz no sólo desde el punto de vista del cuerpo en movimiento, sino también desde el punto de vista de la capacidad reflexiva, hace que cada persona sea más libre, menos limitada. Cuestionar los pequeños sistemas, las zonas de confort, el funcionamiento habitual, muchas veces implantados a lo largo de la práctica, a lo largo de años en los que generalmente no hay tiempo, ningún espacio para ello es muy necesario. Es necesario desde el punto de vista artístico alejarse de lo familiar, de lo convencional, para ofrecer una expresión que resulte inesperada, inesperada. Y donde hay lo inesperado, hay una convocatoria en el espectador a un estado de alerta, todo es pregunta. El espectador se vuelve activo en su escucha, en su mirada, ya no puede ser pasivo. Está preocupado.
Vicente Rouche
Este payaso esta solo.
En él, Augusto y el payaso blanco se vuelven uno
Convertido en servidor de sí mismo, ya no está sujeto a nada más que a la tiranía de sus deseos, de sus miedos, de sus impulsos, de sus obstáculos. Desde la sensación más sutil hasta la emoción más violenta, nos ofrece su transparencia, permitiéndonos ver y oír lo que le hace vivir y actuar. Atento al menor signo que surge, el actor sabe dejarse sorprender y orienta el impulso.
Coge el boceto del gesto de fuga y lo estira hasta desplegarlo para mostrárnoslo mejor. Del mismo modo, puede partir de un sonido o de un fragmento de una frase y llegar hasta la articulación de una palabra para hacernos escuchar mejor. Así atrapa lo desconocido en su interior, así ve el abismo infranqueable entre lo que es y lo que le gustaría ser. En el centro de la distorsión surge la palabra, orgánicamente, que recorre todo el cuerpo. Porque intentamos combinar en la investigación la esencia del clown con la singularidad de la persona, a cambio, ella nos habla de nosotros.
En él, que sólo puede vivir el momento, sin perspectiva alguna de lo que le sucede, podemos leer “como un libro abierto”. Sabe acoger el fracaso, el dolor y devolver la alegría. “El accidente, feliz o desafortunado, se convierte en un trampolín para llegar más alto, más lejos. Si, con la cabeza en el aire, se mueve entre risas, cuando tarde o temprano se encuentra inevitablemente con la nariz en el suelo, corresponde al actor, siempre alerta, hacerle recuperarse.
Anne Cornú
No hay comentarios:
Publicar un comentario