sábado, 12 de febrero de 2022

Tony Cocoliche

Sigisfredo Jaime Olave Caro
Tony Cocoliche



 

El Tony Cocoliche nació en 1938. Dice que por apenas 10 minutos, pudo haber sido parido en la misma pista del circo donde su mamá era trapecista. Eran los años en que las carpas se iluminaban con chonchones de carburo o parafina y se realizaban largas itinerancias en carretas por todo el país parando sólo durante el invierno. Hoy, a sus 83 años de edad, Sigisfredo Olave ya escribió sus memorias, sobrevivió a dos pandemias y es profesor honorario en cursos de circo universitario. Allí, profesores y estudiantes de la disciplina escuchan a este tesoro humano vivo contar legendarias historias circenses de esta popular tradición que celebra otro mes conmemorativo bajo un período sombrío.


Cuenta que la comitiva circense recorría desde Santiago al sur pueblo por medio, alternando paradas, hasta llegar a Coyhaique. Allí la tropa pasaba el invierno en Concepción para retornar a la capital actuando en los pueblos donde el circo no había actuado. En sus memorias tituladas “El último tony: las vivencias del tony Cocoliche”, don Sigisfredo compila estos y otros retazos técnicos como libretos, datos sobre el tipo de carretas que se usaban para recorrer el territorio o los materiales con que se fabricaban las carpas de circo. También el porqué se rehúsa a ser llamado “payaso”, en la línea de los otros tonys que ya partieron como Chalupa, Maturana, Ñico, Chicharra, Rabanito, Pepino, Machaco, Bombilla o el recordado Tony Caluga.

Recorrió 14 países con su personaje, el del payaso que dio nombre a su padre y a su hijo a lo largo de casi 120 años. En circos grandes y pequeños en poblados donde la única música que se oía era la del circo entrando por la calle principal en el sur profundo. “Eran caseríos al borde de una línea del tren, a veces. Pueblos donde la gente aplaudía al ver por primera vez la luz eléctrica cuando encendíamos el generador a las 7 de la tarde, por ahí por 1945, calculo yo”.

El número más celebrado era una entrada llamada “El tribunal”, donde Cocoliche era el juez de un proceso que difícilmente podría hacerse hoy: el de un tony acusado de matar a su esposa por celos, dice, al que se juzga según la ley de quienes han nacido y se han criado en la ley circense. “Como el reo es mudo, realizaba unas pantomimas muy chistosas, pero el policía a cargo era sordo y se comunica con canciones populares de la época como boleros y tonadas”, recuerda.

Como estudiante, el tony saca buenas notas también. Desde el Diplomado en Artes Circenses en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, cuentan que Cocoliche llegó como alumno para certificar sus competencias, pero que se quedó como maestro y poseedor de un inacabable repertorio de anécdotas, técnicas y metodologías dignas de registro.

Puede ser una espontánea clase sobre el material con el que se confeccionaban las carpas, la evolución del trapecio y sus aparatos o por qué los actos de fuerza capilar y de acróbatas colgados del cabello funcionan mejor con técnicas chinas de pelo seco respecto de otras antiguas artes rusas. “Me impresiona que muchos de los compañeros/as que toman este curso son jóvenes y estén tan interesados en aprender circo. Yo por mi parte también valoro mucho saber más sobre técnicas de circo contemporáneo y la relación con el circo tradicional chileno”, cuenta Cocoliche.



Sigisfredo Jaime Olave Caro
Tony Cocoliche


Carlos Olave Caro & Sigisfredo Jaime Olave Caro
Pipiolo & Cocoliche


Sigisfredo Jaime Olave Caro
Tony Cocoliche

Claudio González Pérez & Sigisfredo Jaime Olave Caro
Pollito Peréz Jr.&Tony Cocoliche



Claudio González Pérez & Sigisfredo Jaime Olave Caro
Pollito Peréz Jr.&Tony Cocoliche

Sigisfredo Jaime Olave Caro
Tony Cocoliche

Sigisfredo Jaime Olave Caro
Tony Cocoliche








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